Nació en León en 1977, pero de leonés tiene poco (salvo cuando presentemos los cuentos allí que se sentirá cazurro como el que más). Desde “guaje” vive en Asturias, entre Luarca, Tapia de Casariego y Oviedo. Es psicólogo, y lleva desde el año 2003 trabajando de Educador en distintos Centros de Menores del Principado de Asturias. En el año 2014 pone en marcha EME, Espacio de Mediación y Educación donde ha llevado a cabo muchos proyectos distintos relacionados todos ellos con La Educación
En uno de estos proyectos, trabajando con niñas y niños en talleres temáticos sobre la mina, surge la idea del “Hechizo y la mina”. Después de la mina aparece su segunda obra “El Sabicheiro” , un cuento donde se ha acercado a su infancia, una infancia en la que durante las dos horas de la digestión, antes de bañarse, ha construido «chalanos» y castillos de arena con cubos de playa, sin conseguir que los picos de las torres se formaran a la perfección.
Tras escribir El hechizo y la mina y El Sabicheiro, y convencido de que no hay dos sin tres, continúa con Los Zarapayeiros recorriendo su infancia y juventud por el occidente asturiano. Por muchos cuentos que haya escrito y que tenga en mente escribir, sigue sin considerarse escritor, aunque ya poco a poco empieza a creérselo. Su mejor biografía se puede leer entre líneas en cada uno de sus cuentos, algo que os anima a hacer.
Nació en Avilés en 1977. Es también psicólogo; conoció a Fernando cuando ambos estudiaron juntos la carrera. Desde entonces, además de la amistad, les une las colaboraciones en diversos proyectos educativos orientados al público infantil. Siempre le ha gustado dibujar en su tiempo libre y en los márgenes de los libros; Con las “Zarapayadas” ha llevado sus dibujos a un primer plano. Será comprensivo si alguien hace algún pequeño garabato al lado de sus ilustraciones.
Dani se ha animado a ilustrar estos libros gracias al ofrecimiento y, sobre todo, a la cordial insistencia de Fernando, con quien comparte muchos recuerdos de infancia, esa época donde desgastaba cada Playmobil en miles de aventuras que luego le gustaba dibujar con esas acuarelas que sigue utilizando hoy día. Bueno, ¡no con las mismas porque aquellas ya las gastó todas! Y ahora, ya de menos niño, le gusta tirarse en el suelo y jugar con su hijo y los Playmobil, que le siguen devolviendo la misma sonrisa que le regalaban hace años.
